martes, 18 de noviembre de 2008

Mariposas negras

Mis muertos

Debo confesar que no visito a mis muertos.
Tal vez porque sé, en lo íntimo, que me acompañan siempre.
Están en mis uñas y en mis sueños,
en los minutos que me guardo en el bolsillo.
Pesan tanto, a pesar de ser sutiles sombras,
que me hacen caminar con lentitud, sobre todo en las tardes.

No, jamás he visitado a los que ya se fueron,
ni al tío Carlos, a mi abuela o a mi madre.
No les llevo flores a la tumba
ni dulces en el mes de noviembre.

No los visito y eso me apena,
pero cada noche, a la luz de la lámpara,
los veo llegar,
ellos dibujan extraños mapas con lunares en mis manos.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Mariposas negras

Mariposas negras

Es tarde.
Los minutos vuelan como mariposas negras en septiembre.
Ocurren los fantasmas y los unicornios.
Ocurre un poema vulgar en plena tarde,
justo cuando las palabras suenan como ruido gutural y sin sentido,
justo cuando la poesía es asunto de sabios, eruditos y poetas,
en el preciso momento en que la luz se pierde y sólo queda un
¡CARAJO!
Perdido en el silencio.

martes, 7 de octubre de 2008

Mis muertos

Debo confesar que no visito a mis muertos.
Tal vez porque sé, en lo íntimo, que me acompañan siempre.
Están en mis uñas y en mis sueños,
en los minutos que me guardo en el bolsillo.
Pesan tanto, a pesar de ser sutiles sombras,
que me hacen caminar con lentitud, sobre todo en las tardes.

No, jamás he visitado a los que ya se fueron,
ni al tío Carlos, a mi abuela o a mi madre.
No les llevo flores a la tumba
ni dulces en el mes de noviembre.

No los visito y eso me apena,
pero cada noche, a la luz de la lámpara,
los veo llegar,
ellos dibujan extraños mapas con lunares en mis manos.

lunes, 6 de octubre de 2008

Crónicas inútiles

San Luis Potosí

San Luis Potosí:
chispa en el desierto,
flor de peyote.

Un espejismo,
la ciudad se deshace,
vuelven las dunas.

Ruedan los cardos,
dibujan otra ciudad
sobre las sombras.

En la cantera,
las mariposas negras
sueñan arena.

Llena de ruinas
la ciudad tiene siglos
con sus fantasmas.

Gotas de agua
brillan entre los cactos:
flores rosadas.

Vieja la ciudad,
en la memoria un tren
y un pordiosero.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Crónicas inútiles

Prometeo

Toda la peregrinación inicia
a tres pasos y medio de la casa,
justo donde crece un limonero,
donde cuatro crisálidas albergan
el ensueño de un dragón no nato.
De allí parto, todas las mañanas,
con un inútil mapa en el bolsillo,
en busca de la llama que me salve.
No sé qué busco, pero nada encuentro.
No descubro la ruta de Santiago,
la señal que me saque del desierto.
Vago siempre sin cruzar el umbral
de la vivienda que me tiene preso.
Imagino una malla de puertas,
una red de arañas traicioneras,
un mar de arena y un naufragio.
Estoy atado entre dos espejos,
un enjambre de moscas me devora.
Imagino que soy un Prometeo
y robo el fuego al basilisco,
corto las mil cabezas de la hidra,
y a pesar de todos mis esfuerzos
estoy atado con el vientre expuesto,
el tiempo me devora las entrañas.

martes, 30 de septiembre de 2008

lunes, 29 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Cardenal

Dos veces se me ha detenido el corazón sin que lo note,
sólo las agujas del dolor delatan mis muertes anteriores.
Desde entonces busco un cardenal que se salió del bosque
y se posa, desorientado, en los cables de luz y en las antenas.
Se trata, sin duda, de un ave que habita en el exilio,
prisionera de una ciudad que la refleja en cada vidrio,
en el filo de metal de los cuchillos,
en cada ventanal con el que choca durante su vuelo errante.
Cualquiera puede darse cuenta de que ese cardenal no es otra cosa
que mi corazón huido, que busca, sin poder evitarlo,
la tumba de mi pecho que lo aguarda.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

El perro duerme

Es la ciudad la única que puede aceptar al cínico
quien a su vez le da ostentosamente la espalda.
Peter Sloterdijk

Dolor y llanto,
estalla una guerra.
El perro gruñe.

Risas y Risas,
los jardines florecen.
El perro duerme.

Prenden las luces
los centros comerciales.
El perro come.

Llueven discursos,
Los políticos ladran
El perro orina.

Las cosas pasan.
La ciudad busca sueños.
El perro ladra.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Tres momentos II

1
El sol dibuja
extrañísimos mapas
sobre los muros.

2
Un beso llega
cuando la tarde duerme,
la flor se abre.

3
Brillan estrellas,
algún idiota prende
una cerilla.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Las palabras

Arranqué muchas palabras de mis viejas libretas
y las arrojé a la calle para ver si puedo dar
un nombre nuevo a la basura.

La ciudad se llenó de palabras que volaron,
arrastradas por el viento,
más allá de las cadenas y las jaulas,
más allá de la tortura fatal de la sintaxis.

La ciudad ya no existe, sólo las palabras que la nombran
y un discurso absurdo que derrumba los muros
y convierte las calles en un sangriento campo de batalla

lunes, 22 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

La tarde

La tarde creció lentamente a partir de los espejos
y la realidad se convirtió en una caverna
en donde los seres son sombras chinescas
que se mueven sobre muros.
Sólo una parvada de pájaros negros
grazna en el cielo que se rompe
y cae a pedazos sobre los jardines,
las calles y las azoteas.
Esta tarde el universo
es un silencio enorme que se expande,
un sinfín de partículas de tinta,
un libro interminable y sin sentido,
una tumba que aguarda la llegada del próximo cadáver.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

El gato de Schrödinger

Algo dicen las esquirlas del aire que se rompe,
algo la lejanísima voz de una ola en el desierto.
Algo dicen las campanas
en la soledad terrible de la ciudad que duerme.

Cada nueva voz, cada murmullo,
enriquecen la inefable grandeza del silencio.

Nada puedes decir que supere la fuerza
de una cuerda que vibra
en el profundo abismo de una lágrima;
nada que sea más dramático
que un gato que vive y muere al mismo tiempo,
mientras ve pasar las horas
en el ingenioso mecanismo de una trampa;
nada que sea más importante
que una brizna de polvo en la cornisa.

Sin embargo,
tal vez algo pueda conmover a Dios por un instante:
un grito de indignación por tanto dolor y tanta muerte.
Sólo se requiere de un ligero descuido, un parpadeo,
Un segundo de duda en Dios,
para que el gato pueda destrabar la trampa.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Marcha triunfal

Miro cada tarde,
cuando la luz ensombrece los espejos,
la marcha triunfal de los relojes,
cada uno guarda en su seno una catástrofe,
cada uno contiene otro Apocalipsis.
Pero a pesar de todo recorremos, ciegos,
las calles de una ciudad en ruinas,
y creemos que el mundo seguirá por siempre
con una fiesta de globos en abril.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Arca

En esta ciudad tejemos las veredas
con los sutiles hilos del silencio.
Fabricamos universos que se rompen
y tenemos que aprender a vivir entre las ruinas.

Nada pasa en esta matriz de arena,
sólo unos cuantos incendios
y dos o tres tormentas
que presagian un diluvio nuevo.

La ciudad es el arca de Noé, reconstruida,
que alberga una pareja por especie:
dos lobos, dos asaltantes,
dos ratas, dos suicidas,
dos cucarachas, dos gobernantes,
dos moscas, dos políticos,
dos frailes y un par de canarios que se mueren
porque han perdido la dulzura de su canto

martes, 16 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

El diablo

Es marzo. El viento anuncia la presencia del diablo con el brillo que despiden los cuchillos y la pólvora. Adivino la luz que dibuja salamandras en los vidrios. No me queda más remedio que vigilar los erráticos pasos del escriba. Él piensa que se le borran las palabras y con ellas los muros, las iglesias, los palacios. El mundo se desgaja como una torre de naipes tocada por el aire. Entonces el escriba, en un intento por detener el derrumbe, traza mapas con los postes, las ventanas, las piedras que levanta del camino, los objetos que oculta la basura. Él escribe a la ciudad con la tinta del miedo. Anda su vida rutinaria del escritorio a la mesa y de pronto se le pierden las rutas, no sabe cómo llegar a la cocina y a la sala, el patio se le transforma en un desierto enorme. Camina claudicante con una colección de dolores en el bolso, le duele por ejemplo: la bala que dejó una huella de sangre en el paisaje; el poder y las monedas; también el corazón y los riñones. Le duele la realidad y la vida de tal manera que sólo se declara capaz de redactar las instrucciones para encontrar la tumba que pondrá fin a su vagancia. Me da la impresión, sin embargo, de que con la tormenta y el desastre el escriba lo ha perdido todo, hasta las instrucciones y la tumba, y terminará sus días como un barco sin timón, a la deriva.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Invierno

Es invierno y aguardo las llegada fatal de las tormentas.
Sé que vendrán el viento y las palomas,
y alguna brisa que borrará la pólvora.
Persiste la guerra y sus demonios.
Los que pueden abandonan las ciudades,
el resto nos quedamos a morir en las trincheras.
Mientras tanto,
un rayo de luna libera mariposas de los vidrios
y los niños juegan a las canicas
con las balas que no dieron en el blanco.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Tres momentos I

1
El cielo mira
con sus brillantes ojos
la noche quieta.

2
En el desierto
los insólitos cisnes
buscan estrellas.

3
Saltan los peces,
un lago de palabras
los tiene presos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Tigre

El tigre es una mancha de la noche en el rostro del día.

Algunas tardes, en la Plaza de Armas,
saltan los tigres que dibuja el sol en la cantera.
Acechan en silencio tras la sombra
con un trozo de mar en las pupilas.

El tigre del poder observa la mirada inmóvil de la paloma herida
y en el instante fugaz de un parpadeo se consuma el sacrificio.
Una víctima más.
Otro cadáver para el insaciable cementerio de la vida.
Otro minuto y otra historia que se borran.

Todos sabemos sin lugar a dudas
que los tigres no habitan en la monótona planicie del desierto.
Ellos viven en la zona más recóndita del ojo;
en el filo de la espada y en el plomo.

Los tigres son inventos del poder que los construye.
Te cuento del tigre y sus andanzas
porque lo he visto merodear en el jardín y las alcobas,
y dormir junto a mí como un gato inofensivo.
Lo veo también cuando acecha
desde la inevitable crueldad de las monedas, y cuando la sed arrecia.

Dicen los gobernantes que los tigres no existen,
pero sus víctimas se cuentan por millares
y todos llevamos en la piel la huella del zarpazo.
Nada es más difícil y peligroso que cazar un tigre
durante los minutos iniciales de un eclipse.

Hay un tigre oculto en un poema,
prisionero de las palabras que construyen su celda.
Tengo miedo de que algún día, por un brevísimo descuido,
salga del poema y me devore.

El tigre es una mancha del día sobre la cara impenetrable de la noche.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

El tren

El tren reposa en la Alameda.
El horizonte naufraga en el vaso de luz que lo contiene
y cada tarde tenemos que trazar nuevamente los caminos,
volver a poner las vías, reforzar los cruceros.
La estación del ferrocarril permanece callada
en algún lugar de la memoria.
Nada se mueve,
sólo la locomotora que navega sin ancla
sobre los siete desiertos que le aguardan.

martes, 9 de septiembre de 2008

Crónicas inútiles

Viento

No había mejor manera de comenzar febrero
que con una cabalgata de vientos desbocados.
El aire borró la escritura que grabamos en la arena.
Los árboles se volvieron pájaros y volaron.
Cayeron paredes, minaretes y pendones.
La ciudad fue sitiada por incipientes huracanes
y no tuvimos más remedio que buscar una trinchera,
un débil escudo contra la ira terrible del desierto.
Después, levanté los escombros y los guardé en mi casa,
coloqué los fragmentos en estantes, en el interior de un vaso,
entre las páginas de un libro, detrás de los relojes.
Tengo la esperanza de que un día
podré meter a toda la ciudad en un capelo
para evitar que los vientos de febrero se la lleven.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 28

Intento un diario para dar cuenta de los baches con que me topo en el camino. Hace ya seis meses que no redacto un texto decoroso. Nada puedo decir que valga más que un grano de silencio. Desconozco las causas de la mudez que me ataca, tal vez el miedo, tal vez el desgaste natural que viene con los años, tal vez tanta palabra que traigo atorada en las venas y temo que un coágulo de tinta detenga mi corazón, como un pabilo que se apaga entre los dedos. He dicho tantas cosas, tantas fueron mis creencias y certezas, que resulta posible la existencia de un extraño punto de retorno. Ahora regresaré sobre mis pasos e iré borrando, uno por uno, mis recuerdos.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 27

Un poema. Sólo quiero un poema. Aspiro a escribir el único poema que revele los misterios ocultos en mi nombre, el que me permita nacer antes de que muera, el que me inscriba en la indestructible superficie del polvo. Toda mi vida he buscado ese poema rascando con mi pluma en las paredes y las piedras; he seguido muchas rutas para encontrar el sitio en que se oculta. Los poemas están en el zumbido persistente de las moscas; en algún lugar desconocido del desierto; en el pliegue de la luz que se disuelve; perdido en el infinito mar de la basura; en las grietas que presagian los derrumbes. También indagué sobre mi propio cuerpo: me levanté la piel para encontrarlo, separé todos mis huesos, dejé al descubierto mi corazón y mis vísceras, quité la delgadísima corteza del cabello, palpé y olí todos mis humores, corté con cuchilla la carne sutil de mis ensueños. De mí no quedó ni la cáscara vacía, y todo porque quiero el maldito poema que no encuentro a pesar del dolor y las heridas. Ya te dije que soy el personaje de mis textos. Pero no te dejes llevar por el engaño, no soy el narrador, soy la tinta, soy un dragón miedoso que se oculta entre renglones, soy un enredijo indescifrable de palabras. Mi pluma dibuja, con hilos finísimos de agua, una telaraña enorme que aprisiona las letras en desorden de mi nombre. Por eso me refiero a mí con iniciales. Soy un hombre que comienza su camino al final de una larga jornada, una sombra entre las sombras, un árbol sin hojas en otoño, una mosca que aspira a ser poema.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 25

Un diario resulta un asunto riesgoso, en él se alojan lo mismo la observación afortunada que un testimonio intrascendente, una reflexión innecesaria y el lugar común. Además existen ya diarios excelentes, redactados por notables pensadores. De tal manera que uno más, dedicado a relatar las aventuras de la arena y el efímero paso de las mariposas en la tarde, sólo sirve para engrosar la fila de los textos condenados al silencio. Sin embargo, es divertido dibujar los mapas que asignan un lugar a las cocinas y al retrato de familia en las paredes, también contar la vida que se consume por quincenas y recorre los escaparates más humildes del mercado. Escribo pues para pasar el tiempo y, tal vez, para encontrar ventanas y algunos puentes. Un diario es, siempre, una novela inconclusa que relata la vida de una brizna de polvo en la tormenta, es un mojón en el camino, una cruz que recuerda una muerte más en el desierto.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 24

Llueve. Te cuento cómo se mueren los segundos, en silencio.
Solamente se van, y dejan una marca de ceniza en la ventana.
Aquí estoy, como todas las tardes,
con el propósito de capturar imágenes y anécdotas
con las que pueda conformar una colección extraña,
inútil como las estampas, las monedas, los sueños, las corbatas.

Escribir un diario resulta una empresa muy riesgosa.
Es, casi seguro, otra forma de caer en el olvido.
Para nada sirve un diario, es una colección arbitraria de rarezas,
un recorrido caprichoso por caminos trillados.

La verdad es que no sé para qué te cuento
las batallas de una mosca contra el vidrio
y el tiritar de la paloma en el alero.
Tal vez sólo quiero dejar un testimonio de mi errancia,
una señal en los objetos que me tocan la mirada,
la crónica de mi lentísima caída en el misterio inefable de la muerte.

martes, 2 de septiembre de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 21

Esta puede ser mi última libreta, el postrer apunte de mi viaje. No cabe duda de que soy el personaje de mis textos y en ellos narro la grisura de mi vida. Nada existe en mí que me distinga, soy un objeto del poder que me controla. No soy un yo, soy todos, y lucho contra las mismas cosas cada día: el hambre, la esperanza, el insomnio y el deseo. No poseo seña particular alguna, ni un extraño lunar, ni un tatuaje. Mi piel es la misma que cubre a los otros, los que aguardan con ansia un poco de trigo y una lluvia. Tampoco tengo gracia que destaque: no canto, no bailo, no recito, no genero esplendentes ideas. Sólo llevo un diario en el que anoto la torpeza de mis pasos y una que otra historia que recojo en el camino. También construyo una imagen con palabras, de vez en cuando, para darle un lugar en el paisaje. Esta es pues una larga historia, de baja intensidad y sin desplantes, en la que apenas puedo dar un testimonio del dragón y la sirena; de la crueldad y los excesos del poder que nos destruye; de los momentos escasos, pero intensos, en que el amor nos florece en los ojos y en las manos. Sí, esta es mi historia que acabará en el silencio, inevitable, de la muerte, pero también la tuya cuando alcanzas a escuchar mi débil voz entre la niebla; y es la historia de un tigre que a los dos nos acecha en la grieta invisible donde nacen las sombras.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 18

Escribo con esmero poniendo los acentos en esdrújulas y las comas donde van las comas. Sin embargo, fatalmente, las palabras son las madres del silencio. Nada sólido puedo hacer con los poemas, todo se diluye ante la terquedad del polvo. Sé que sólo existe un gran y único poema, como un río que se bebe sin cesar a sus afluentes, como una red enorme que tejemos todos con la tinta. Así, sólo soy capaz de dibujar el salto efímero de un gato y la muerte fugaz de las falenas. A pesar de todo es necesario mencionar algunas cosas, así, como si nada, sin pensarlo mucho, escupiendo sílabas absurdas, de esas que funcionan como escudo contra las balas del poder que acecha. Decir sin meditarlo, lo repito, dos o tres carajos y alguna extraña geometría. No se trata de reinventar vanguardias, ni de hallar sorprendentes estructuras de la prosa, ni descubrir la llave para entrar al canon. Se trata, eso sí, de soltar algunas cosas que traemos dentro y nos ahogan, de hacer un berrinche monumental en plena calle, antes de que el poder nos asesine, antes de que el desierto nos alcance.

sábado, 30 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 16

Todo pasa tras el cristal de una ventana:
un río que arrastra los pedazos de una ciudad que se deshace,
las llamas de un incendio que florece,
un pájaro que se transforma en viento.

El río lleva también las huellas dolorosas del desastre:
un libro deshojado de poemas,
un fusil y un cadáver que acabará perdido en el mar del silencio.

Me dedico así a registrar las cosas que se pierden
para no irme solo cuando el agua me transporte
hacia el delta que me aguarda en el olvido.

viernes, 29 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 15

Esta no es una prosa triste, es natural que alguien se despida cuando la fiesta termina. Ya se sienten cercanas las brisas del invierno. Desempolvaré mis abrigos y acercaré los leños al hogar que se consume. Cada vez soportan menos mis huesos las heladas y un día se quedarán, inmóviles, en un cálido lecho de ceniza. Mientras tanto seguiré contando las historias de todos los personajes que me inventan, que nos inventan, durante un largo recorrido de caminos. En todos estos años no he podido más que pergeñar un diario, contar muchas mentiras, callar las cosas de veras importantes, jugar con trabalenguas, dibujar una extensa colección de máscaras, y así seguiré durante las últimas jornadas, dejando pedazos de memoria en las paredes y tratando de cazar mariposas con palabras.

jueves, 28 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 12

Aspiro a la brevedad como un valor deseable. Creo que casi todo lo que vale la pena puede ser dicho con unas cuantas palabras. En realidad la cultura es una red inextricable de aforismos.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 11

Cómo le hago para decir la esencia sutil de una sombra que se mueve; cómo para describir un punto de luz estelar que se refleja en el vidrio. De qué manera puedo fijar en la memoria la silueta de un cuchillo y una mariposa que vuela desde la mirada sorprendida del que ha muerto. Que alguien me indique la forma de atrapar un segundo inmóvil. Que me lleven al minuto preciso en que una oruga se salió del limo. Después, déjenme morir, con una pluma en la mano, y mi sangre transformada en laberinto de líneas rojas que se pudren.

martes, 26 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 9

Es tal mi vanidad que por las tardes,
cuando el sol hace brillar el polvo en los cristales,
sólo escucho mi voz: tormenta silenciosa en la llanura;
murmullo de termitas que se comen a la ciudad por dentro;
suma de los ecos que se han ido.

Sí, despierto con el tronar de mi voz que nadie oye
porque habita en la caverna más oscura del silencio.
Oigo mi voz como el rugido de un tigre;
el rumor del arroyo en la pradera;
una trompeta que anuncia la catástrofe.

Es tal mi vanidad que pienso a mi voz
como un golpe de arena en el desierto,
o un volcán que aparece de pronto.
Pero soy en realidad un mudo que vaga,
desde hace tanto tiempo.

lunes, 25 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 5

Es preciso desnudar la prosa, quitarle todos los adornos, evitar las trampas que siembra la metáfora. Es preciso decir así, sin más, que cada nuevo otoño es menos una imagen retórica que una estación que anuncia la llegada del invierno. En este viaje final por la escritura quiero decirte mis flaquezas: la vanidad que pocas veces disimulo, a pesar del esfuerzo y el silencio; el miedo que ha sido un compañero inseparable; y tantos otros monstruos que poblaron mis noches y mis días. Tal vez no he sido todo lo sincero que debiera, es porque temo lastimar a quien me lea, y es también porque no tengo autoridad para decir las cosas que a otros pertenecen. Es por esto que sólo te menciono los hechos: una mariposa que se oculta de la noche a plena luz del día y dos o tres poemas que retozan a sus anchas en el parque.

jueves, 14 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 4

Cada uno de mis libros es un relato inconcluso en el que narro un periplo, un viaje que todavía no acaba y en el que ya son evidentes las huellas del cansancio. Viajo con una lluvia en la memoria y una tormenta en el bolsillo. A veces uso, para construir la bitácora, un lenguaje más bien denso. Como la Sibila, no digo, sólo sugiero. Me acerco a los sucesos con sigilo. Utilizo la figura y la metáfora como una seña segura de respeto. Otras veces digo con descaro las cosas como son, con la simpleza y la confianza de quien redacta, solo, para conversar con el silencio. Así te cuento mi dolor de piernas y una mañana de domingo que resbala lentamente por los muros. Te digo también la crueldad del asesino y el poder que medra entre las sombras, y la inefable belleza del desierto.

jueves, 7 de agosto de 2008

Borrar la memoria: diario de febrero

Febrero 2

No sé qué debo decir para contar esta historia. Tal vez ubicar su inicio en un lejano mes de febrero, o un poco más tarde en las páginas de libros olvidados. Evitaré las atmósferas densas y las interminables descripciones. Sólo te diré dos o tres recuerdos que sean esenciales para entender los conflictos y sus posibles desenlaces. Así, traigo a colación el olor de las naranjas y las cañas, en el mes de diciembre, cuando las iglesias se transforman en posadas; también la angustia del pecado y el terror a las sombras que se agitan en el patio; el rostro sufriente de mi madre y los larguísimos fines de quincena. No sé si la mía sea una historia lineal y estructurada, que desemboca, como un río, en el mar del sentido, o sólo soy un palimpsesto, un conjunto de anécdotas aisladas en las que cabe todo y con las que construyo un cuento, largo y mal cosido, con el final inevitable del silencio. En fin, sólo quiero dejar un testimonio de la crueldad del poder que muere sin saberlo, de la flor que sobrevive en la sequía y de los pájaros que cantan en el parque.

martes, 5 de agosto de 2008

Despedida

Hace ya seis meses que no incremento mi blog con entradas nuevas. Me dediqué a seguir día con día el blog de Alejandro Aura y su lucha contra el cáncer. Se los recomiendo, es una muestra de vitalidad y amor a la vida y a lo vivo como pocas he visto. Él falleció finalmente el 30 de julio a las 4:30 de la tarde. Sentí mucho su muerte, por esperada que fuera. Después me dieron ganas de proseguir con mi diario, éste, que tengo abandonado desde hace tanto tiempo. Sé de antemano que yo no tendré la cantidad de lectores que Alejandro tenía, entre otras cosas porque mi habilidad con el cyberespacio es poca y no sé cómo difundir mi blog, no puedo rescatar direcciones y enviarles mis esfuerzos, de manera que dependo del azar, de los encuentros fortuitos e inesperados.
En este blog, en este nuevo intento, seguiré publicando mis prosas con la intención de tender puentes, no sé si sean útiles pero ahí van.

lunes, 11 de febrero de 2008

El falseador

No sé por dónde comenzar a contarte la historia. El falsificador llegó a la ciudad silenciosamente; cumplió con discreción sus obligaciones de ciudadano, burócrata y padre de familia; el resto del tiempo lo dedicó a tomar notas que después transformó en pequeños artículos que publicó en revistas, periódicos y hojas volantes. Así se consumó la falsificación más impresionante de que se tenga noticia. Cada uno de sus textos modificó imperceptiblemente la realidad. De tal modo que las cosas y los acontecimientos parecen los mismos: el Palacio de Gobierno, la Plaza de Armas, el quiosco, las calles, los jardines, las casas, los utensilios, las iglesias. Pero el hecho es que los originales desaparecieron y ahora tenemos puras falsificaciones, así fue como llegamos a vivir en esta ciudad falsa. No me preguntes cómo se realizó tan terrible suplantación, no lo sé, tal vez el falsificador tenía poderes misteriosos que él mismo ignoraba, o tal vez operó el efecto mariposa, o, lo más probable, nada es auténtico y el universo es una concatenación de falsedades. Lo que sí puedo decirte es que llegaron a mis manos algunos de los escritos del falsificador de los que te haré llegar una copia para ver si tú puedes desentrañar los mecanismos de la trampa.

Texto 1
“Tal vez para huir de mis propios terrores, de la locura que corre por los ocultos conductos de mi cuerpo, empecé a escribir los momentos especiales de la ciudad, la casa, las calles y el desierto, escribí una historia confusa y abigarrada, la mía, que se inició en febrero y terminara el día que se corten los hilos que me mueven. Cada texto que redacto es un corte durante mi devenir insulso y rutinario, estoy hecho de días que se repiten, de domingos, quincenas y cumpleaños. Observo las fachadas y los atardeceres para ver si existe un sentido más allá del nacimiento y de la muerte. Analizo cada grano de arena para encontrar la causa y el efecto; sin embargo, después de tantos años, puedo decirte que sólo tengo una interminable colección de ecos. He podido escribir un solo texto, sinuoso y perifrástico, lo demás es una falsificación. Un escritor es un individuo en proceso de falsearse a sí mismo, cada nueva obra es una falsificación de la anterior. Sólo podemos escribir una página, el resto es pura repetición y engaño.”

El falseador inventó un mecanismo, tal vez alquímico, para fabricar espejos a partir de la combinación de celulosa y negro de humo, eran espejos de dos caras y construyó con ellos poliedros que puso a rodar como si fueran cardos arrastrados por el viento. Así multiplicó todos los objetos y los acontecimientos, convirtió a la ciudad en un calidoscopio y ahora no es posible distinguir cuál es la catedral y cuál es un reflejo. Cada ciudadano es muchedumbre, cada segundo es infinito. Así es como vinimos a parar a esta realidad desordenada, a este mundo inextricable, a este juego de reflejos en donde la ciudad se oculta de sí misma y nosotros acabamos perdidos en un dédalo de imágenes falseadas.

Texto 2
“Escribo, desde hace más de treinta años, notas en hojas de cuaderno y folios sueltos que almaceno después en los cajones. De vez en cuando reúno las que tengo más a mano y las encuaderno en tomos que vuelvo a guardar. Todas las tardes de verano escribo la marcha del sol sobre los muros, y las de otoño relato el olor desagradable del poder que se pudre. Así fue como llegué a llenar mi casa de papeles. Creo que sólo he podido redactar un texto y tantas variaciones como sean necesarias para llegar a perfeccionarlo. El problema fundamental es que no he podido, todavía, precisar el conflicto. Llevo una vida silenciosa en la que las cosas pasan con la naturalidad del amanecer y de la brisa. Guardo en mi escritorio un texto y mil espejos. Acumulo también cicatrices y achaques que hacen menos espantosa la infinita soledad del cementerio. Si un conflicto pudiera detectar, a estas alturas de mi vida, sería el del poder y la culpa; pero sé, de antemano, que acabaré derrotado por la bestia. Al final descubro que la bestia es de palabras y no se puede vencer con las palabras. Tal vez por esto no me queda más remedio que guardar silencio y cerrar mi aventura con la descripción minuciosa del cuchillo, la pistola y el veneno.”

Lo más curioso de la historia es que el falseador pasó por la ciudad casi totalmente inadvertido. Se le trató siempre como a un ciudadano común y corriente, promedio, adaptado, discreto. Sólo nos dimos cuenta de su función de virus, de factor que distorsiona, cuando nos percatamos del efecto terrible de sus fabulaciones, cuando pudimos ver sus marcas: una piedra removida; una incisión con cortaplumas en un árbol; un indeleble graffiti sobre un muro perdido; llegó incluso a falsear las estaciones cuando hizo florecer un tulipán en el verano.

Texto 3
“Exploro con frecuencia las fachadas en busca de algún hueco que me sirva para guardar recuerdos. No lo necesito muy grande, apenas una muesca, una grieta, el oculto camino que trazan las termitas. Mi memoria no es muy grande, tampoco es importante, no contiene momentos deslumbrantes ni verdades enormes o definitivas. Todos mis recuerdos son efímeros, trazos con gis que se deshacen. A pesar de todo, me gusta encontrarles un lugar para dejarlos: una fisura en la cantera, la entrada de una cerradura, el cráter que produce una gota de lluvia cuando golpea en la arena. Los pongo en cualquier parte para dibujar con ellos el mapa de la cárcel que me tiene prisionero.
A veces no sé qué decir, redacto frases absurdas o la trama de una historia inexistente. Escribo por ejemplo: el sol se deja caer en la oculta hendidura del oeste, y también: un bosque es el incendio que todavía no empieza. Al mismo tiempo que anoto cosas sin sentido en el cuaderno, pienso en la tragedia de una hormiga en la sequía; en la sangre que barniza el pavimento; en el poder que fabrica cementerios y falsas jerarquías.
Tengo, la tentación de construir un personaje, alguien más bien débil, inseguro y vanidoso, que pierda el tiempo en los cafés y en las calles con la mirada perdida en lo invisible. Un personaje que pretenda dibujar el mapa de la ubicación exacta de las dunas y del contorno preciso de las nubes. P, desde luego, fracasará en su intento, porque, tarde o temprano, se levantarán los vientos y no dejarán arena sobre arena. Por eso escribo cada lunes acerca del sol que se detiene a calentar los muros en los que anidan las palomas, o de la escritura extraña que representa una ciudad en el papel ocre del desierto. Es evidente que yo soy el personaje y, con un texto, abono la tierra que guardará mis cenizas por los siglos de los siglos.”

No te puedo contar completa la historia del falsificador, no la conozco. Supe que nació en febrero, en el seno de una familia numerosa. Su padre, un empleado, fue longevo. Su madre murió joven de una infección y tanto parto. Lo demás no se conoce, su vida fue una copia de otras vidas, tantas que resulta imposible distinguirla. Dicen que murió de viejo y nunca supo el sentido de su vida; otros afirman que se volvió loco por su fracasada obsesión de lograr el texto perfecto. Alguien más sugiere que se suicidó porque fue incapaz de soportar las pérdidas; los más imaginativos creen que se convirtió en palabras y anda perdido entre sus folios.

martes, 5 de febrero de 2008

La misión

El Maestro razonó de la siguiente manera: “Si logramos construir todas las frases posibles, con la combinación de veintisiete letras, una de ellas tendrá que ser, indudablemente, la fórmula de la inmortalidad”. Movido por esta convicción el Maestro comenzó a elaborar frases. Pronto se dio cuenta que la tarea resultaba, para él solo, francamente imposible, así que consiguió discípulos que le ayudaran en la búsqueda. Aun con varios ayudantes la meta parecía inalcanzable. El maestro sólo hacía dos cosas: conseguir seguidores y escribir frase tras frase con la pretensión de redactarlas todas. Ha pasado mucho tiempo. El maestro murió, y sus discípulos, y los discípulos de los discípulos. Ahora todo el pueblo dedica parte de su tiempo a fabricar frases, incluso seguidores de otros pueblos colaboran con la misión. Hay disidentes que afirman que todos estamos errados, que el razonamiento del Maestro es una falacia, que así como podríamos encontrar la inmortalidad también es posible dar con la puerta que conduce al engaño y a la destrucción. Los disidentes son pocos y tenaces. Por lo que a mí toca ya no hago caso de esas discusiones, me parecen vanas, acabaron por cansarme, sólo escribo frases mientras escucho el grito de dolor y el ruido ensordecedor de las explosiones y derrumbes.

sábado, 12 de enero de 2008

No hay fantasmas

En la casa museo de Manuel José Othón, me lo han dicho muchas personas, merodean los fantasmas; sobre todo en las noches de noviembre. Ante tanta insistencia decidí que debía certificar la veracidad de los dichos. Una ocasión pedí, al Señor administrador, que me dejara encerrado en la casa de tal manera que no pudiera salir aunque me atacara el miedo. Las cosas ocurrieron como lo suponía, al filo de la media noche iniciaron los ruidos y me di a la tarea de identificarlos uno por uno: una rama movida por el viento; la gotera que, en el silencio nocturno, se oía coma cascada; una puerta que azotaba el aire; el ruido de un bote que los gatos tiraron durante sus peleas; el crujir de los alambres de los tendederos; los ecos de la ciudad en calma. Durante la noche cada sonido se agiganta, adquiere una calidad distinta, y tal vez por eso surgieron los rumores de las almas en pena en el museo. Mi propósito era pasar tres noches en vela y así lo hice. Por ningún lado aparecieron los fantasmas, nada que pareciera provenir de los mundos de ultratumba, cada sonido y cada sombra tienen un origen y una explicación anclada en este mundo y en su cotidiano trajinar de causa y efecto. Así que, una vez probada la inexistencia de fenómenos extraños, agotado por las dos noches y media pasadas sin dormir, abandoné la casa para buscar descanso, como la puerta estaba muy bien cerrada tuve que atravesar el muro para incorporarme a la procesión de sombras en la noche.

sábado, 5 de enero de 2008

Pensativo

Pensativo, frente a una hoja de papel y pluma en ristre, dibujó el contorno de su propia mano y luego escribió, con letra menudita sobre la mano dibujada, los rasgos principales de una biografía. Empezó por el pulgar y una vez lleno se subió hacia el índice. Mientras realizaba el ejercicio le asombraba la cantidad de datos que cabían en cada dedo. Para cuando llegó al medio ya estaba contada su infancia y juventud. En el anular relató su adultez, ahí se vaciaron sus secretos más terribles, sus miedos persistentes. En el meñique relató su historia clínica, un recuento de pérdidas y achaques. No alcanzó a llenar este dedo, lo encontraron muerto al atardecer. Dijo el médico que murió por un derrame cerebral masivo. Sin embargo, inexplicable, el análisis post mortem reveló envenenamiento, tenía elevadísimo el nivel de tinta en la sangre y en el hígado.

miércoles, 2 de enero de 2008

Memoria

Tengo la firme convicción de que la memoria se me rompió en pedazos. Era como una caja grande, de cristal, y una noche, mientras volaba en sueños, se precipitó al vacío. A partir de ahí me dediqué a buscar las esquirlas para repararla. Traté de armar el mapa con cada recuerdo levantado, con cada imagen que rescaté del tiempo. Pero, a pesar de todos mis esfuerzos, sólo pude construir fantasmas, monstruos, pésimas copias de una realidad que se deforma y desvanece. Una tarde, por fin, di con la clave; encontré la pieza maestra, la que da sentido a todos los fragmentos. Ocupé semanas, y meses, en reconstruir el recipiente, no comí, no dormí, todo mi empeño fue puesto en la colocación de los trozos. No rehice, sin embargo, la trama original de mis recuerdos. Cuando creí haber terminado la tarea traté de alejarme para contemplar mi obra. No pude. Sin darme cuenta terminé recluso en mi propia memoria, y ahora vivo prisionero en una caja de cristal que me impide ver con claridad el horizonte.