martes, 5 de febrero de 2008

La misión

El Maestro razonó de la siguiente manera: “Si logramos construir todas las frases posibles, con la combinación de veintisiete letras, una de ellas tendrá que ser, indudablemente, la fórmula de la inmortalidad”. Movido por esta convicción el Maestro comenzó a elaborar frases. Pronto se dio cuenta que la tarea resultaba, para él solo, francamente imposible, así que consiguió discípulos que le ayudaran en la búsqueda. Aun con varios ayudantes la meta parecía inalcanzable. El maestro sólo hacía dos cosas: conseguir seguidores y escribir frase tras frase con la pretensión de redactarlas todas. Ha pasado mucho tiempo. El maestro murió, y sus discípulos, y los discípulos de los discípulos. Ahora todo el pueblo dedica parte de su tiempo a fabricar frases, incluso seguidores de otros pueblos colaboran con la misión. Hay disidentes que afirman que todos estamos errados, que el razonamiento del Maestro es una falacia, que así como podríamos encontrar la inmortalidad también es posible dar con la puerta que conduce al engaño y a la destrucción. Los disidentes son pocos y tenaces. Por lo que a mí toca ya no hago caso de esas discusiones, me parecen vanas, acabaron por cansarme, sólo escribo frases mientras escucho el grito de dolor y el ruido ensordecedor de las explosiones y derrumbes.