miércoles, 10 de febrero de 2010

El mar VII

Tengo ya varios días tratando de conseguir
un acomodo al mar en un poema.
No al que late más allá del horizonte
y baña las playas de este país
que sufre de crueldad y de abandono.

Quiero encontrar un sitio
para el trozo de mar que tengo en el bolsillo,
el que deposito en las noches,
con ternura,
junto a las llaves y el pañuelo.

Un pedazo de mar, quiero decirlo,
que recogí hace años
durante una noche de aventura en Acapulco,
y me acompaña desde entonces
como una fiel mascota.

Ese pequeño mar,
a veces calmo y a veces proceloso,
que cada día se me deshace entre las manos
y al que sólo puede darle vida
la misteriosa voz de una sirena.