lunes, 23 de noviembre de 2009

El mar V

Veo pasar el domingo, cargado de silencio, desde mi lugar de siempre, junto a la ventana. No sé cómo describir este momento en el que la calle desierta es como el cauce de un río seco pletórico de incendios. Mi corazón late de dolor entre las llamas y se transforma en ascua que se apaga. Todo se consume: las mariposas que acaban de salir de su capullo, los minutos, los pájaros que son manchas de ceniza en el azul del cielo. Es domingo. Pierdo el tiempo a pleno sol y junto a la ventana. Casi puedo jurar que los arbustos lloran para substituir a la lluvia con sus lágrimas. Casi puedo ver el final de los jardines asesinados por el terrible puñal de la sequía. Se me perdió el mar, no escucho el rumor tranquilizante de sus olas. No veo el vuelo audaz de las gaviotas. No percibo la voz de las mareas. No hay corales ni peces ni burbujas de sal entre la arena. Se me perdió el mar y me convertí en una zarza que se quema junto a la ventana.

sábado, 31 de octubre de 2009

El mar IV

1
El mar oculta
un jardín de pájaros
bajo sus olas.

2
En barcos de papel
navegan los fantasmas
y se rompen las olas
en un mar de ceniza.

3
Aquí no hay agua.
La luz riela sobre las alas de las mariposas
y las hojas caídas de los árboles.
Hojas de trueno, jacaranda y eucalipto.

Aquí no hay agua,
sólo una espuma gris de soledad
que corona las dunas
y una niebla de arena que presagia tormenta.

4
Tengo una botella
con el mar prisionero
y unas olas de aceite
rompiendo contra el vidrio.

5
Bajo sus olas
un pesado silencio
el mar oculta.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El mar III

Martín se apostó frente al mar, armado con una libreta y una pluma, para escribir un poema que tuviera la consistencia de las olas. Lo primero que le llamó la atención fue el sol que parecía una enorme araña que tejía el manto azul del mar con hilos finísimos de espuma. Mientras trataba de capturar las palabras necesarias recordó el desierto, las ramas secas que arrastra el viento por las calles, el silbo del aire que golpea en las rocas calientes, también recordó a los caminantes que miraban al cielo en espera de la lluvia y la inefable belleza de un cacto que florea. Martín vio, a la distancia, cómo el sol pintaba de amarillo el mar. El grito de una gaviota lo trajo de nuevo a su lugar y se dispuso a escribir su marino poema. El ruido del mar es distinto del pesado silencio del desierto, uno camina por la playa y parece que trae la concha de un caracol atorada en la oreja. Molesto ya porque no podía concentrarse en el mar trató de fijar su mirada en las velas de un barco que surcaba el horizonte, en las negras y borrosas manchas de unos delfines a lo lejos, en las rocas que dibujaban su silueta contra el cielo y que, probablemente, estarían pobladas por sirenas. Martín pensó que las sirenas del mar eran mitad mujer y mitad pez, mientras que las del desierto son mitad mujer y mitad ave, las del mar te seducen con su canto, las del desierto con el agua vivificante de sus lágrimas. Cansado ya Martín, e incapaz de redactar un poema frente al mar, trató de recordar viejas historias y otros poemas, El cementerio marino, por ejemplo. Abrió por fin su libreta y anotó con su letra zigzagueante: “El mar es una incógnita terrible porque se alimenta de naufragios y aguarda con paciencia las zozobras.” Martín leyó con cuidado lo que había escrito. No le gustó. Le pareció demasiado dramático. Pensó que sobre el mar no se podrían escribir poemas, así que arrancó la hoja, confeccionó un barquito de papel y lo puso sobre la cresta de una ola para que se fuera mar adentro y naufragara.

viernes, 14 de agosto de 2009

El mar II

La lluvia es un lugar lejano,
una palabra talismán
que rompe los espejos
y los transforma en nube.
Es por eso que salgo a recorrer el vecindario
para ver si me caen dos pétalos del cielo,
o tres besos o unas cuantas gotas de agua
para construirme un mar en el bolsillo.

No necesito el mar,
pero me gusta sentirlo entre los dedos,
olerlo y saber que ahí está,
que siempre será efímero,
que llenará mis tardes con insólitos peces
y que después se irá,
como la lluvia,
como el polvo y las horas,
se irá, como la vida.

Vivo varado en el desierto,
lejos del mar y sus tormentas,
pero me gusta imaginar,
en este páramo de arena,
cómo cae del cielo
una mirada azul de mar en calma.

miércoles, 29 de julio de 2009

El mar I

Extrañamos el mar cuando canta una sirena en el desierto
y la sequedad crece como una sombra voraz sobre los muros.
Los minutos se hacen lentos y vibran
por efecto del sol que los calcina.
Los pájaros buscan con vehemencia los aleros.
La sed es como un grano de sal que pesa tanto.

A veces el mar se vuelve tierra prometida,
es un destino igual que Compostela, Comala y Utopía,
es el lugar que aguarda para recibir con amor, entre sus olas,
a los perdidos y a los náufragos.

Las veredas son de polvo y se borran,
el viento se las lleva para construir la trama de arena
con que cubre de amarillo las planicies.
El desierto es un palimpsesto de caminos que ocultan las historias.
Aquí no hay puertos ni destinos,
las metas son ilusiones que se pierden.

Sólo me acuerdo del mar cuando está lejos.
Salgo a caminar, de preferencia por las tardes,
y escucho el canto de una extraña sirena
en el desierto.

martes, 14 de julio de 2009

Trampas

No cabe duda que todos los días me afano por fabricar las trampas más sofisticadas. Las elaboro de todos los materiales. Pongo en ellas todo el ingenio de que soy capaz. Cavo profundos hoyos en la tierra, los cubro con cuidado y luego pongo encima los señuelos más atractivos y seguros. Escondo tales artefactos en lugares insospechados y también en los más obvios. Trato de que no parezcan trampas. Las hago como pequeños oasis atractivos y seductores. Te preguntarás, a estas alturas, para qué las hago. Debo decirte que se trata de atraparme a mí mismo, hace tiempo que tengo ganas de demostrar mi propia vanidad y mi ceguera. Durante mucho tiempo anduve con un puñado de certezas en el bolso: pensé que conocía el lugar exacto del arribo; que podría someter el timón a mi designio; que mi paso sería firme en el pantano. Pero ahora sé que a duras penas soy un pájaro de barro en una jaula que fabriqué yo mismo.

martes, 7 de julio de 2009

Palabra

A Gabriela d’Arbel

De pronto me dio por perseguir una palabra, por buscarla en los lugares más insospechados. No me preguntes cuál era porque no lo sé, apenas pude intuir su contorno borroso y se perdió en el universo de las cosas cotidianas. Intenté, con todas mis fuerzas, extraerla del fondo de la intrincada red de mi memoria, la tuve varias veces en la punta de la lengua, afiné mis oídos para escuchar su voz en el ruidoso silencio de la tarde. Todo fue inútil. La seguí según su clasificación más obvia y repasé nombres, adjetivos, verbos y adverbios, pensé que la reconocería por su color y brillantez, pero se obstinó en permanecer oculta. También creí que se haría patente por el efecto de su melodía o su ritmo, sólo recibí el silencio más profundo que pueda percibirse. Es muy difícil resignarse a perder una palabra, sobre todo cuando se piensa que podría tratarse de la más bella y armoniosa, la que podría dar lugar a un bellísimo poema. No queda más remedio entonces que salir a la calle y recoger las palabras que cayeron, como al descuido, de todas las conversaciones y las chácharas, retirarlas del piso y llenarse los bolsillos de palabras sucias, cubiertas por el polvo. Después, te acomodas en el rincón más hospitalario de la casa y llenas una página con ellas, o dos si es que te alcanza, y te olvidas para siempre de la palabra fugitiva.

jueves, 11 de junio de 2009

La Mancha

En la esquina superior izquierda del espejo habita una mancha rebelde que vi todas las mañanas, mientras me bañaba. Apareció de pronto, como una fina grieta en el azogue. Era una mancha oscura, densa como la noche, que se tragó todo. Empezó por el jabón, después el cepillo de dientes, el vaso para el enjuague, la navaja de rasurar, los azulejos que rodeaban al espejo, las cremas y lociones que estaban en la repisa. La grieta creció, como un agujero negro en la infinidad del cosmos. Todo se fue por esa grieta. No recuerdo cuándo fue la última vez que entré al baño. Ahora me levanto, todos los días, para buscar la luz que se fue, para siempre, por la mancha en la esquina superior izquierda del espejo.

sábado, 6 de junio de 2009

Al final

Al final de todo me gustaría que mis obras completas fuera un solo poema: el más breve.

lunes, 1 de junio de 2009

Nacimiento

Nací otra vez a la mitad de la mañana,
lejos del mar y sus encantos,
lejos también de la selva misteriosa.

He nacido tantas veces que son incontables las grietas
y las ruinas que dejo atrás al declinar el día.

Dejo las historias y los dramas.
Abandono el amanecer y su esperanza.

Y otra vez abrí los ojos en esta ciudad
que es como una interminable laguna de silencio,
en donde apenas se oye de manera ocasional el trino de las aves,
y el imperceptible golpeteo del polvo que nos cubre.

martes, 26 de mayo de 2009

Gota de agua

Camino al garete para encontrar sentido
a luz que se rompe contra el agua,
a los minutos que se clavan en la piel como alfileres,
a los ríos que se fueron, dejando una cuna seca,
como una cicatriz en el rostro del mundo.

Quisiera ver la razón del plomo y de la sangre,
de la pólvora que fabrica una noche interminable.
Pero no puedo, sólo sé que sería deseable
cultivar una selva en un grano de arena
y encontrar la gota de agua que inundara el desierto.

jueves, 21 de mayo de 2009

Escritores

Es probable que los escritores se comporten como las partículas, están y no están, son apenas una mínima probabilidad en el insondable mundo del lenguaje, una cuerda que vibra, sin saberlo, en la flecha del tiempo. Existe un momento preciso de la tarde en el que son posibles todas las leyendas, todos los mitos, todas las historias. Se trata de un segundo fugaz que presagia el desastre y una nueva conflagración de vida. Tantas veces he sido absorbido por ese instante, hay tantos Norbertos escribiendo al mismo tiempo en un infinito número de universos paralelos, tantas imágenes de mí mismo en cada espejo, en el inmenso calidoscopio de la noche, que no es posible atravesar la aurora sin una irremediable sensación de vértigo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Mariposas negras

A quien corresponda

Es necesario contar lo que se pueda mientras la hierba se marchita en el jardín, mientras se apagan los ladridos de un perro que se aleja. Contar lo que sea con tal de guardar un pedazo de realidad en la memoria. Así, te digo cómo se organizan el polvo y los minutos para fabricar el fin del mundo, para darle un rostro nuevo a la catástrofe. Sin embargo, después de darle algunas vueltas al asunto pienso que la realidad es inaprensible. El Apocalipsis no se puede comprender porque sucede a cada instante y se confunde con otro nacimiento, porque somos partículas que viajan, que viven y mueren al mismo tiempo tantas veces, incontables veces, mientras la hierba se marchita en el jardín.

sábado, 16 de mayo de 2009

Mariposas negras

Sólo un poema


Mi pluma dibuja, con hilos finísimos de agua,
una telaraña enorme que aprisiona las letras en desorden de mi nombre.

Viajo con una lluvia en la memoria
y una tormenta en el bolsillo.

Una mariposa se oculta de la noche a plena luz del día
y dos o tres poemas retozan a sus anchas en el parque.

Quiero dejar un testimonio
de la crueldad del poder que muere sin saberlo
y de la flor que sobrevive en la sequía.

Es necesario mencionar algunas cosas, así, como si nada,
sin pensarlo mucho, escupiendo sílabas absurdas,
de esas que funcionan como escudo
contra las balas del poder que acecha.
Decir sin meditarlo dos o tres carajos
y alguna extraña geometría.

Se trata de soltar algunas cosas que traemos dentro y nos ahogan,
de hacer un berrinche monumental en plena calle,
antes de que el poder nos asesine, antes de que el desierto nos alcance.

Un poema. Sólo quiero un poema.

Aspiro a escribir el único poema
que revele los misterios ocultos en mi nombre,
el que me permita nacer antes de que muera,
el que me inscriba en la indestructible superficie del polvo.

Los poemas están en el zumbido persistente de las moscas;
en algún lugar desconocido del desierto;
en el pliegue de la luz que se disuelve;
en el infinito mar de la basura;
en las grietas que presagian los derrumbes.

Nada sólido puedo hacer con los poemas,
todo se diluye ante la terquedad del polvo.
Sólo soy capaz de dibujar el salto efímero de un gato
y la muerte fugaz de las falenas.

jueves, 23 de abril de 2009

Ensayos

El sueño de Dios

Puedo decir, creo, que son tristes los domingos, tal vez porque descansa Dios y se hacen más densas las costras de silencio. Cada domingo encierra una historia trágica: el derrumbe de una taza ya vieja; la inevitable muerte del gorgojo en la despensa; la desolación de la sequía que ataca las macetas; un rayo de sol que se marchita. Te narro la historia de un domingo porque, cuenta la leyenda, el mundo se acabará en domingo, cuando descanse Dios y tenga pesadillas.

sábado, 28 de marzo de 2009

Ensayos

Espejismo

El agua me llama desde la ventana.
Me atrae como si ella fuera una sirena
y yo un marino parado en tierra firme.
Me llama en silencio
como una imagen reflejada en el vidrio.
Parece que al fin logramos apresarla
en un espejo efímero,
pero es el final del día, la luz se desvanece,
y vuelvo a quedar,
como al principio, en medio del desierto.