Cardenal
Dos veces se me ha detenido el corazón sin que lo note,
sólo las agujas del dolor delatan mis muertes anteriores.
Desde entonces busco un cardenal que se salió del bosque
y se posa, desorientado, en los cables de luz y en las antenas.
Se trata, sin duda, de un ave que habita en el exilio,
prisionera de una ciudad que la refleja en cada vidrio,
en el filo de metal de los cuchillos,
en cada ventanal con el que choca durante su vuelo errante.
Cualquiera puede darse cuenta de que ese cardenal no es otra cosa
que mi corazón huido, que busca, sin poder evitarlo,
la tumba de mi pecho que lo aguarda.
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