miércoles, 1 de octubre de 2008

Crónicas inútiles

Prometeo

Toda la peregrinación inicia
a tres pasos y medio de la casa,
justo donde crece un limonero,
donde cuatro crisálidas albergan
el ensueño de un dragón no nato.
De allí parto, todas las mañanas,
con un inútil mapa en el bolsillo,
en busca de la llama que me salve.
No sé qué busco, pero nada encuentro.
No descubro la ruta de Santiago,
la señal que me saque del desierto.
Vago siempre sin cruzar el umbral
de la vivienda que me tiene preso.
Imagino una malla de puertas,
una red de arañas traicioneras,
un mar de arena y un naufragio.
Estoy atado entre dos espejos,
un enjambre de moscas me devora.
Imagino que soy un Prometeo
y robo el fuego al basilisco,
corto las mil cabezas de la hidra,
y a pesar de todos mis esfuerzos
estoy atado con el vientre expuesto,
el tiempo me devora las entrañas.

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