Miniaturas
Es bueno el hecho de que tu esposa tenga una afición, eso te resuelve el dificilísimo problema de tener qué regalarle en las cuatro o cinco fechas importantes del año: el día de la amistad, aniversario de bodas y otros que se me escapan. La mía colecciona miniaturas y mis excursiones para la compra de obsequios incluyen las tiendas de dichos objetos y aquellas que contienen las pequeñas figurillas, las pulgas vestidas o las pinturas realizadas en un grano de arroz. A lo largo de dieciocho años de matrimonio le regalé una gran cantidad de miniaturas, además de las que le obsequian familiares y amistades, y las que ella misma adquirió. Inundó la casa un verdadero zoológico de figuritas de vidrio soplado, multitud de cuadritos realizados en los más disímiles materiales, mueblecillos de madera, casitas propias para hormigas. Los objetos en miniatura proliferaron y ocuparon las vitrinas, las mesas de la sala, los estantes para adornos. Después invadieron burós, cajones, libreros. En casi todos los rincones y lugares más o menos apropiados existe una, o varias miniaturas. Conforme aumentó la colección de mi esposa, ésta adquirió cierto parecido con los objetos acumulados, se desenvolvía entre ellos con facilidad. Me pareció incluso que su estatura disminuyó imperceptible, pero constantemente. Llegó el momento en que me costó trabajo encontrar a mi mujer cuando volvía a casa después de mis diarias ocupaciones. Hoy hace dos meses que no la veo, debe estar escondida entre las figuritas de la recámara o cómodamente instalada en la casita que compramos durante nuestro viaje de bodas.
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