martes, 18 de septiembre de 2007

La rana

La rana

En la sala hay un retrato grande y a colores de mi hermanito. Ya casi no lo recuerdo, sólo su sonrisa inocente y su cara de "yo no fui" después de que hacía una travesura. Mis padres todavía lo buscan y de vez en cuando recorren hospicios y guarderías con la esperanza de encontrarlo. Si llega alguna carta la abren con ansiedad por si hay noticias de su paradero. Se perdió hace cinco años. El zaguán se quedó abierto y dicen mis padres que seguramente se salió sin ser visto. Paso muchas horas en el jardín frente a la rana de barro que decora el centro de la fuente, es una rana grande y tiene los ojos tristes. Recuerdo mucho aquella ocasión en que mi hermano la rompió y después, con los ojos llenos de lágrimas, corrió a acusarme y me señaló como el autor del accidente. Todavía me duelen, en la memoria, los cintarazos que me dio mi padre. Él, mi papá, se puso furioso y me castigó severamente. Me proporcionó acto seguido, un bote de cemento de contacto y me obligó a reparar el daño pegando la rana pedazo a pedazo. Puse cuidado en utilizar el pegamento de la forma adecuada y reforcé cada pieza para evitar una nueva ruptura. Pasé muchas horas realizando la tarea. Recuerdo los ojos chispeantes del niño y su sonrisa burlona, recuerdo su carita de ángel detrás de mis lágrimas. Fue la última vez que lo vi, esa tarde se perdió. Terminé de armar la rana con la luz de la luna y después me acosté, sin cenar, siguiendo las instrucciones de mi padre.
Paso algunas tardes en el jardín, repito, frente a la rana. De tarde en tarde pego el oído a la figura de barro para ver si todavía oigo su vocecita hipócrita pidiéndome que lo deje salir.

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