El enemigo
Más indiferente que curioso me dejé arrastrar a la consulta con el adivino. Gustavo es un vidente que utiliza un vaso con agua como medio para sus premoniciones. Gustavo, absorto, daba pequeños giros al vaso y contemplaba el líquido transparente al tiempo en que con voz monótona predecía acontecimientos futuros. Un giro más y el agua lanzaba pequeños destellos de colores. El adivino ignoraba todo estímulo que proviniera del ambiente, sólo atendía al vaso y su lenguaje misterioso que permanecía oculto para cualquier otro observador.
-- Vas a tener ofertas favorables en aspectos de trabajo. Tu familia estará tranquila con algunos problemas menores. Alguien muy cercano a ti contraerá matrimonio. Una persona cuyo nombre empieza con L te traerá prosperidad.
La voz era plana, impersonal y arrojaba adivinaciones una tras otra. El vaso cobraba vida por momentos, se convertía en la húmeda ventana hacia lo desconocido.
-- Tendrás éxito económico pero ten cuidado, un enemigo te odia y desea minar tus fuerzas hasta hacerte fracasar por completo.
Las manos de Gustavo acariciaban el vaso y produjeron que su calor cubriera el cristal con multitud de gotitas de vapor condensado. No sé cómo me dejé llevar a la consulta, mi situación es bastante mala como para empeorarla con predicciones fabulosas. Dejé el poco dinero que traía en las manos del adivino y me dirigí a casa. Al llegar me instalé en la sala para escuchar un poco de música de Beethoven. El Claro de Luna invadió todos los rincones. La identidad del enemigo que me pronosticó Gustavo se hizo clara de pronto, justo en el momento de la detonación y el disparo que me perforó la sien y me envolvió en las sombras.
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