miércoles, 26 de septiembre de 2007

La mosca

Una mosca entra en el cuarto desde la zona de sombra de la sala. Un locutor refiere los hechos más dramáticos con el rostro impasible, su voz, educada y monótona, sale del televisor como una secreción que arrastra accidentes aéreos, bombardeos, secuestros, mutilaciones. Junto a la cama un perrito juega con un zapato de tela al que logra despojar a medias de su cinta. El zumbar de la mosca hace contrapunto con la voz que surge de la televisión. La mosca se mueve alrededor del foco, después se posa un momento sobre el marco de un cuadro y de ahí al espejo, a la bolsa de plástico que cubre un traje en el guardarropa abierto, al cubrecama y, finalmente, se detiene en el piso, como a cuarenta centímetros del perro que mordisquea el tenis. El cachorro dejó el zapato y fija su mirada en la manchita negra de la mosca. El hombre explica los detalles de una tragedia en un lugar lejano, intermitentemente aparecen a cuadro las escenas de cuerpos inertes sobre el suelo y de adolescentes uniformados que portan fusiles y tienen las caras sucias y también inexpresivas, como la del hombre que narra las noticias. Una araña tiende sus hilos con paciencia en el ángulo que forman el techo y la pared norte de la recámara. El perro saltó sobre la mosca con la intención de tragársela pero se fue en blanco, el insecto emprendió el vuelo un instante antes del ataque y fue a pararse en la orilla de una taza que está sobre la cómoda, se pierde en el interior para ir a buscar los restos de café y azúcar que reposan en el fondo.
Un nuevo comentarista habla de toros, de estocadas, del arte de matar a una bestia que embiste inútilmente sobre una tela que sirve para engañarlo y llevar su carrera hacia la nada, o hacia la aguda punta de una espada. Unos ciclistas se esfuerzan por alcanzar la meta. Un boxeador vaticina su triunfo. La mosca vuela ahora en torno de la cabeza del cachorro que le tira mordiscos para atraparla mientras sigue con la cinta del zapato enredada en las patas. El insecto esquiva con habilidad las dentelladas y se para, retador, en la oreja del can, éste se rasca la cabeza con la pata obligando a la mosca a volar hacia la lámpara. La mosca elude también el golpe del periódico enrollado. Se para en la pantalla para simular un gran lunar sobre la frente del periodista. La sección internacional refiere otra guerra, en otro país, y con esto logra convertir ambas, la de aquí y la de allá, en hechos triviales y tribales. Más tarde se entrevista a un escritor y luego al presidente de un país sureño. El cachorro se cansó y dormita con parte de la agujeta sobre el lomo y la mosca que le ronda y a la que trata de espantar con movimientos esporádicos de la cola.
El noticiero finaliza, se anuncia la ganancia de la bolsa y el nuevo precio de los metales. Se ven escenas de cajeras de banco con fajos de billetes en las manos. El zumbido de la mosca se intensifica hasta volverse molesto, sus alas baten desesperadamente para escapar de la trampa; los hilos pegajosos de la telaraña se adhieren a sus patas y su abdomen. En el televisor la luz del estudio se diluye y el locutor queda como una sombra en el centro de la pantalla. Una araña camina por el techo.

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