martes, 28 de agosto de 2007

Comosellama

Intento un diario, a partir de hoy, para dar cuenta de los baches con que me topo en el camino. Hace ya seis meses, o poco más, que no redacto un texto decoroso. Nada puedo decir que valga más que un grano de silencio. Desconozco las causas de la mudez que me ataca, tal vez el miedo, tal vez el desgaste natural que viene con los años, tal vez tanta palabra que traigo atorada en las venas y temo que un coágulo de tinta detenga mi corazón, como un pabilo que se apaga entre los dedos. He dicho tantas cosas, tantas fueron mis creencias y certezas, que resulta posible la existencia de un extraño punto de retorno. Ahora regresaré sobre mis pasos e iré borrando uno por uno mis recxuerdos. Va el cuento:

Cómosellama

El héroe, ¿Cómo se llama?, anda en busca de su imagen pues lamenta no poderse ver en los espejos. Él asegura haberla guardado en el bolsillo entre un montón de recuerdos: una piedra verde, unas cadenas, cuatro soles pulidos de hojalata, una cuerda de goma y un sobre mágico que encierra las letras en desorden de su nombre. La aventura en realidad no empieza ni termina, es un compás de ausencia, una coma, puntos suspensivos de una historia más grande en donde el héroe busca también su imagen, o por lo menos su sombra. No se sabe si perdió su sombra o nunca la tuvo. Lo cierto es que sufre sin ella. Sólo el amor, en ocasiones, le mitiga el dolor de estar perdido y sin reflejo. No hubo conspiraciones para robar la imagen, ni ladrones. Simplemente, Cómosellama, amaneció un día sin poderse ver en los espejos.

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