sábado, 4 de agosto de 2007

El pozo

Cerraron los piratas el blog de Alejandro Aura, en cuanto detectan un blog con lectores, con muchos lectores, lo bloquean, seguramente sin otra intención que hacerse oir y ver, por lo menos durante unas horas. así la red se irá llenando de archivos bloqueados, de pequeños planetas a la deriva. Este blog no corre ese peligro porque no tiene lectores, funciona casi como un diario personal, así que por lo pronto va el segundo cuento:

El pozo

Túrgidos frutos en racimo se entrelazan
en el oscuro pozo de donde suben dedos.
José Saramago

Me gustaba ver al sol romperse cuando agitaba con la mano el agua cristalina del pozo. Me pasaba las horas con la mirada fija en la superficie del agua, me decía cosas. Hay paisajes en las ondas líquidas: un desierto, una selva de sombras, rostros de animales. Mi abuela me gritaba diciéndome que me alejara de ahí, que me iba a caer, que me volvería loco de tanto sol en la cabeza. Sin embargo, mi abuela dice que la locura está detrás de tantas cosas; vaticina que perderá sus cabales: quien coma pan con agua; cante a la mesa mientras come; hable solo; quien lea en lugar soleado o no rece el rosario. Si lo que la abuela dice es cierto no existe escapatoria posible a la sinrazón. Por eso no hice caso y seguí sentándome a la orilla de la pila, metiendo la mano en el agua para romper el sol en resplandores.
A veces me tiraba de panza y me ponía a contemplar el desfile de soles por el lomo del agua. Es curioso ver a los renacuajos moverse en pos de los puntos luminosos. El calor se hacía más denso con el correr de los minutos, como si en realidad hubiera un número igual de soles en el cielo a los que ruedan en las ondas del agua. Mi mano, sumergida, se dedicaba a romper anillos, a crear ondas que chocan con las ondas. Tan pronto perseguía a un pulgón del agua que no se dejaba alcanzar, como rascaba la lama de las paredes. Dicen que el pozo no tiene fondo y que, del otro lado, un niño pesca soles con la mano. También que el fondo está en el centro de la tierra y que el agua hierve. Hay monstruos adentro, fantasmas, tesoros, mujeres que fueron sacrificadas, maleantes, duendes.
Un día leí, en un libro de la biblioteca, que un muchacho, Narciso, se tiró al agua porque estaba enamorado de su imagen. Creo que en realidad lo atraía el agua y todas las cosas que dice, los mundos que oculta. No estaba enamorado de sí mismo sino de los renacuajos y los pulgones, del sol que se parte y de la luna que se bebe el agua y se mete en el pozo hasta llenarlo. Tal vez se lanzó a buscar los duendes o al que pesca soles del otro lado.
Cada día se enojaba más mi abuela y lastimaba mis oídos con sus gritos. Decía, a mi padre, que paso el día lanzando piedras al agua, panza a tierra; que voy a morir de insolación o que, lo más seguro, acabaré en el fondo del pozo, enredado entre la lama.
Me agradaba ver mi rostro reflejado y notar cómo se deformaba por la acción del viento sobre la superficie. Cuando me acercaba al agua poco a poco, sin cerrar los ojos, tratando de hacer coincidir los dos rostros que se miran, sentía el frescor en mis mejillas y, al atacarme la sensación de ahogo, sacaba la cabeza y una máscara de azogue resbalaba gota a gota por mi piel, mis pelos mojados apuntaban hacia el fondo del pozo y escurrían; en cada gota se reflejaba un mundo que se sumaba a los mundos que habitan en el agua.
Los renacuajos huyen asustados, se esconden bajo las piedras que sobresalen de las paredes o se protegen en las sombras. Yo masticaba lentejuelas verdes, de las que proliferan en la orilla de la pila, son dulces pero dejan un sabor a lodo que tarda varios días en quitársete; tal vez me enferme o me salgan ronchas en el cuerpo si las sigo comiendo, pero no puedo dejar de masticarlas. En las tardes sin viento el agua parecía sólida, como un gran espejo, mi rostro reflejado estaba quieto y hasta los pulgones semejaban piedrecillas inmóviles. Sólo el vapor que asciende revela la existencia del agua. En torno al pozo crecen flores y arbustos que se duplican al asomarse al espejo. Metía la mano o lanzaba una piedra al centro para que las ondas reboten y el pozo se convierta en un calidoscopio. ¿Por qué mi abuela pensará que voy a caer al agua?. Tal vez Narciso no se lanzó tras de su propia imagen sino a buscar el mundo que se esconde en cada gota.
Recordé un refrán que repetía mi madre: "Después de niño ahogado, tapen el pozo". Nunca vi. la necesidad de tapar el pozo, ni ahora, es tan bello, hay tantas cosas adentro. Las nubes atraviesan muy lento el espejo del agua, parecen grandes buques que desfilan y que yo bombardeo, les destruyo los flancos con piedritas, pero los barcos de algodón se recomponen y prosiguen su navegar inexorable hasta perderse. Los renacuajos simbolizan tiburones, rondan las naves en espera de los desperdicios pero nada, las nubes se alejan y los batracios vuelven a ser bolitas negras arremolinadas en el pozo. A veces el sol se detiene, amarillo, en el centro del pozo, entonces parece un ojo. El ojo crecía y su pupila negra era como un pozo dentro de otro pozo. La luna también juega con el agua, la pinta de plata lentamente hasta transformar el espejo en un espejo. Me costaba trabajo distinguir, en ocasiones no sabía cuál era la luna y cuál el pozo, los dos eran como espejos y yo estaba en ambos, multiplicado hasta el infinito. Varias veces me dio el vértigo pero no sufrí, al contrario, anhelaba sumergirme y bogar en las nubes. Me imaginé como una canica dorada, con cola. Deseé ser como la luna y beberme toda el agua hasta transformarme en pozo; que el sol nadara sobre mi piel y saludar al que pesca del otro lado, descubrir las verdaderas razones de Narciso.
No sé por qué recuerdo tanto el refrán de mi madre, me asusta porque ya no encuentro soles jugando sobre el agua. Se acabaron los renacuajos y la luna, las lentejuelas verdes. Hace mucho que no veo mi piel derretida en azogue y mis cabellos mojados. Sólo hay un túnel negro y la voz de mi abuela llamando a la cordura.
Ojalá y nunca tapen el pozo, que no corten la luz y el aire al universo que se agita en el agua; que no me dejen solo sin poder ver el sol y las nubes. Que no lo tapien ahora que vivo aquí y soy el agua y los pulgones y la luna. Mi piel es líquida igual que mis ojos y mi pelo. Si tapan el pozo me moriré otra vez y para siempre

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