miércoles, 15 de agosto de 2007

La mirilla

En este blog me dedico a dar cuenta de aquello que pasa en esta ciudad imaginaria. Un grupo de luciérnagas dibujaron, con una danza extraña, un enorme laberinto en el cielo. Un hombre fue asesinado frente a su casa. La insensibilidad campea y nadie se da cuenta de la tragedia de una paloma que choca contra el vidrio. Por eso, va otro cuento.

La mirilla

Me disponía a salir de casa cuando descubrí un pequeño orificio en la puerta, casi a la altura de mis ojos. Por ella se filtraba un haz de luz. Me acerqué para examinar la puerta y ver si el desperfecto se debía a la acción de las termitas. El agujero tenía forma irregular y parecía hecho a propósito, con un clavo o algún objeto puntiagudo ayudado con un martillo; era reciente pues se notaba el color natural de la madera y contenía astillas que indicaban la presión ejercida desde afuera. Limpié con la mano la viruta y apliqué mi ojo sobre el orificio para utilizarlo a manera de mirilla. Quedé sorprendido de lo que observé a través de aquel ojillo improvisado. Una habitación exactamente igual a la que me contenía, sólo que decorada de manera por demás estrafalaria. Entró de pronto en la habitación un hombre como de mi edad. El individuo se movía en forma vacilante entre la barroca acumulación de objetos, algunos de ellos rotos y empolvados. Se acercó a la puerta con la intención de abrirla por lo que me sobresalté; sin embargo, pareció percatarse de la presencia del orificio y a él se dirigió para aplicar su ojo y observar. Por un momento los dos ojos, el mío y el de él, aplicados a la mirilla, provocaron una distorsión del tiempo, una alteración de la realidad en la que una pupila veía, a través de otra pupila, un sinnúmero de objetos arrumbados en la memoria. Me retiré de la perforación y abrí con rapidez la puerta para sorprender al hombre en su acto de espionaje. La calle manifestaba la tranquilidad de todas las mañanas. El sol bañaba el pavimento. Los escasos transeúntes apuraban el paso para cumplir con sus obligaciones cotidianas. Todavía confuso y con una sensación de vértigo, salí a la calle y cerré la puerta. Antes de retirarme definitivamente eché llave al cerrojo y revisé la madera que lucía impecable, sólida, sin magulladuras y recién barnizada.

2 comentarios:

Spashka dijo...

Hi profe... me encontré su bló por casualidad. Me gusto mucho este cuento, me recuerda un sueño extraño que tuve. Y tambien por alguna razón, me recuerda al Alpeh de Borges.En fin. Saludos.Ah, por cierto, espero que no le moleste que lo "linkeemos" en nuestros blogs.

Norberto dijo...

Spashka
Desde luego que no me molesta. Antes bien lo agradezco