martes, 9 de octubre de 2007
Nada
Las hormigas evitan los obstáculos del piso, buscan los caminos, se detienen un momento ante las grietas, desandan las rutas, trazan una escritura sobre el polvo. Así tejemos una red de pasos indecisos en marcha inevitable hacia la fosa que aguarda con paciencia nuestro arribo. Mientras tanto inventamos una realidad de humo, construimos nuestra casa y las ciudades, ponemos un reloj sobre la mesa. Un tigre duerme a los pies de la cama para llevar la cuenta de las noches con sus rayas. En los cajones de un armario guardamos un dragón y una serpiente, una hogaza de pan, la fotografía de alguien que olvidamos. El viento borra los signos de la arena, desarma los libros para construir nuevos textos con las hojas. Toda vida es un relato que se mueve al azar y se enreda con el poder y el deseo, con la ausencia. El único motivo de los textos es el vacío. Te escribo desde este patio porque no estás, eres una presencia de nada que se siente. Lo anterior me hace pensar que el primer hombre fueron dos y eran gemelos: uno fue Adán, el otro Nada, éste un ser sin forma, sin tiempo y sin deseo. Por eso nos movemos entre dos ausencias, la de una manzana y la de nosotros mismos. Nos gustan los espejos, el mar, la noche, los misterios, porque sabemos de alguna manera que estaremos completos hasta encontrar a Nada. Sabemos también, y esto nos duele, que Nada fue creado a la imagen de Dios y no nosotros.
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