Las piedras cuentan el silbo de los años, la historia de los viejos guerreros, el eco de inútiles batallas. Narran la vida fugaz de una guirnalda o un delirio y cómo se pudren las estatuas. Hablan de los pasos silenciosos del coyote, del orín con que se cubren las espadas, del sueño de los muertos. Cada piedra guarda un trozo de memoria, algunas voces, fragmentos de una canción anónima y el susurro del viento.
Existe una piedra en especial que rodó mucho tiempo hasta quedar oculta en los cimientos del Palacio de Gobierno. En ella se guarda la locura del rey y del profeta, en ella está la sangre y el veneno. Quien la escucha en octubre cuando la luna sale, irremediablemente muere con las señas de la asfixia sobre el rostro.
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