Jacobo Felipe, indio originario de Teocaltiche, cumplió una docena de años en la cárcel. Fue preso y juzgado por haber dado muerte a su mujer a golpes de gorguz. La tarde del 25 de julio de 1536, al salir de la misa. Bebió mucha savia de peyote. Bajo el efecto de la bebida lo persiguieron los demonios. Lleno de terror tomó su lanza y repartió mandobles, empuñó la puya que portaba y golpeó sin piedad a toda sombra que se cruzó a su paso, a todo bulto que alcanzó a distinguir con sus ojos midriáticos. Trató de ahuyentar a los fantasmas hasta quedar rendido.
Al despertar, ya sin los efectos del peyote, se vio en medio de un juicio, se le acusó de haber dado muerte a su esposa golpeándola en la cabeza con la lanza. Fue sentenciado a muerte. Se le metió en la cárcel a esperar que se cumpliera con el fallo. Sin embargo, no se encontró en toda la región a nadie que tuviera designado por oficio el de verdugo, ni a persona que quisiera cumplir con la encomienda, por lo tanto, quedó prisionero hasta doce años después de los hechos. Lo soltaron al fin cuando un jurado revisó su caso, conmutaron la pena de muerte por la de cumplir, por el resto de su vida, con la tarea ingrata del Verdugo.
2 comentarios:
Frente a su maestría en el manejo del lenguaje, hay muy poco o nada que decir. Quizás por eso algunos de sus lectores optan por el silencio que a veces dice más que las palabras. Saludos.
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