martes, 25 de mayo de 2010

Centinela

§ 1: En algún lugar de la Plaza de Armas hubo, hace mucho tiempo, un centinela que tenía la misión de solicitar el santo y seña, y dar alarma ante cualquier amenaza. Recién instalado todos lo saludábamos al pasar junto a él. Pronto se convirtió en una figura natural en el paisaje de la Plaza, como un árbol, una fuente o una estatua. Después, se fue borrando. Se volvió tan habitual que se perdió de vista, como un chicle pegado en la banqueta, como una brizna de polvo en la cantera, como el destello efímero de un cristal a medio día. Nadie sabe qué fue de él. Algunos dicen que adelgazó demasiado y se fue para morir en paz en otro lado. Otros afirman que se convirtió en el faro que adorna el centro de la Plaza de Armas. Otros que simplemente se evaporó, como una gota de lluvia en el desierto.

§ 2: “No soy un soldado, pero adopté sin darme cuenta la profesión de centinela. Desde que yo recuerdo me dediqué a percibir y registrar todas las señales. Afiné mis oídos para diferenciar el canto del mirlo y el canario. Aprendí a distinguir los más leves matices del color y la mínima variación de la textura. La clave de la buena observación es no hacer esfuerzo para percibir las cosas, poner en blanco la mente. Se debe incluso cerrar los ojos y sumergirse en el más profundo silencio. El verdadero centinela es un ser absolutamente pasivo, no debe ir hacia el objeto, no debe razonar ni clasificar ni separar ni ordenar. Su misión es dejar que las cosas vayan a él, debe dejarse inundar por la realidad, permitir que su cuerpo se vuelva transparente y permeable. Cuando el centinela alcanza la sutileza necesaria, cuando es casi un vapor que se dispersa, entonces puede ver una esquirla de luz, la inesperada fuga de la sombra y un poco de amor que se derrama en aire, es capaz también de oír la imperceptible voz de las estrellas y el llanto del huracán que se aloja en un suspiro, además, puede sentir el terrible dolor y la pasión más salvaje en el tenue roce de unos labios. La disciplina para ser un centinela fue durísima, años y años de acallar mis propias sensaciones y deseos, así aprendí a borrarme para dejar que las cosas me llegasen, a no moverme para nada, a ser un vacío en el centro de la realidad que cambia.”

§ 3: Centinela es un árbol que da cuenta en su corteza del paso de los años, un faro que ofrece una luz en la tormenta, una roca que destroza huracanes y fantasmas en el mar. Centinela es un soldado que anuncia los cambios en el campo de batalla y la proximidad del fuego. Centinela es el miembro de una secta secreta que guarda y registra los misterios de la realidad y de la historia. Sobre todo un centinela es una partícula invisible que viaja, inexorable, en la flecha del tiempo.

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