martes, 26 de mayo de 2009

Gota de agua

Camino al garete para encontrar sentido
a luz que se rompe contra el agua,
a los minutos que se clavan en la piel como alfileres,
a los ríos que se fueron, dejando una cuna seca,
como una cicatriz en el rostro del mundo.

Quisiera ver la razón del plomo y de la sangre,
de la pólvora que fabrica una noche interminable.
Pero no puedo, sólo sé que sería deseable
cultivar una selva en un grano de arena
y encontrar la gota de agua que inundara el desierto.

jueves, 21 de mayo de 2009

Escritores

Es probable que los escritores se comporten como las partículas, están y no están, son apenas una mínima probabilidad en el insondable mundo del lenguaje, una cuerda que vibra, sin saberlo, en la flecha del tiempo. Existe un momento preciso de la tarde en el que son posibles todas las leyendas, todos los mitos, todas las historias. Se trata de un segundo fugaz que presagia el desastre y una nueva conflagración de vida. Tantas veces he sido absorbido por ese instante, hay tantos Norbertos escribiendo al mismo tiempo en un infinito número de universos paralelos, tantas imágenes de mí mismo en cada espejo, en el inmenso calidoscopio de la noche, que no es posible atravesar la aurora sin una irremediable sensación de vértigo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Mariposas negras

A quien corresponda

Es necesario contar lo que se pueda mientras la hierba se marchita en el jardín, mientras se apagan los ladridos de un perro que se aleja. Contar lo que sea con tal de guardar un pedazo de realidad en la memoria. Así, te digo cómo se organizan el polvo y los minutos para fabricar el fin del mundo, para darle un rostro nuevo a la catástrofe. Sin embargo, después de darle algunas vueltas al asunto pienso que la realidad es inaprensible. El Apocalipsis no se puede comprender porque sucede a cada instante y se confunde con otro nacimiento, porque somos partículas que viajan, que viven y mueren al mismo tiempo tantas veces, incontables veces, mientras la hierba se marchita en el jardín.

sábado, 16 de mayo de 2009

Mariposas negras

Sólo un poema


Mi pluma dibuja, con hilos finísimos de agua,
una telaraña enorme que aprisiona las letras en desorden de mi nombre.

Viajo con una lluvia en la memoria
y una tormenta en el bolsillo.

Una mariposa se oculta de la noche a plena luz del día
y dos o tres poemas retozan a sus anchas en el parque.

Quiero dejar un testimonio
de la crueldad del poder que muere sin saberlo
y de la flor que sobrevive en la sequía.

Es necesario mencionar algunas cosas, así, como si nada,
sin pensarlo mucho, escupiendo sílabas absurdas,
de esas que funcionan como escudo
contra las balas del poder que acecha.
Decir sin meditarlo dos o tres carajos
y alguna extraña geometría.

Se trata de soltar algunas cosas que traemos dentro y nos ahogan,
de hacer un berrinche monumental en plena calle,
antes de que el poder nos asesine, antes de que el desierto nos alcance.

Un poema. Sólo quiero un poema.

Aspiro a escribir el único poema
que revele los misterios ocultos en mi nombre,
el que me permita nacer antes de que muera,
el que me inscriba en la indestructible superficie del polvo.

Los poemas están en el zumbido persistente de las moscas;
en algún lugar desconocido del desierto;
en el pliegue de la luz que se disuelve;
en el infinito mar de la basura;
en las grietas que presagian los derrumbes.

Nada sólido puedo hacer con los poemas,
todo se diluye ante la terquedad del polvo.
Sólo soy capaz de dibujar el salto efímero de un gato
y la muerte fugaz de las falenas.